COLUMNA: ÍNFULAS “El silencio que mata: maltrato animal e indiferencia institucional”
Por: Luz Elena Hernández Niño. Abogada.
En una propiedad de la calle Dr. Millet, en Tula, un perrito murió estrangulado, solo, hambriento y deshidratado. No, no murió por accidente, murió por abandono, por crueldad, por omisión. Murió en un infierno sostenido durante días, testigos lo escucharon agonizar y pasaron de largo. Nadie actuó hasta que la indignación llegó a las redes sociales. Pero ya era tarde. No lo salvamos. Y lo peor, seguramente tenía dueño, pero hoy, nadie se hace responsable.
Lo más triste es que este caso no es aislado. Lamentablemente, se repite con escalofriante frecuencia. Hace unos meses, en la calle Comonfort, también en Tula, se denunció el envenenamiento de perritos y gatitos. La señalada como responsable es una mujer de la tercera edad, muy conocida en el Barrio “Cerro del Aire” por apedrear animalitos en la calle. ¿Qué daño le hacían? Ninguno. Existir le parecía suficiente provocación.
Ayer, en Ocampo, se reportó un hecho similar, animalitos envenenados en la colonia “El Vergel”, uno de los afectados relató que su perrito “Choco” fue envenenado en el patio de su propia casa. Llevaban 10 años siendo familia, no era “una mascota”, era un ser sintiente, capaz de amar, sufrir, alegrarse y temer, tal como lo reconocen múltiples estudios científicos… y, afortunadamente, cada vez más personas somos conscientes de ello.
Mientras tanto, en la capital del estado, la situación es directamente inhumana. Un hombre ha sido visto repetidas veces alimentándose de gatos vivos cerca de las vías del tren, a la altura del Eje Vial y la Calzada Tamatán. Se ha denunciado. Se ha documentado. Pero el sujeto sigue ahí, paseando como si nada. ¿Y las autoridades? ¿Qué esperan para actuar? ¿Una tragedia más viral?
México tiene leyes que prohíben el maltrato animal. En teoría. Porque en la práctica, esas leyes son letra muerta. El artículo 467 del Código Penal de Tamaulipas tipifica como delito la crueldad contra cualquier especie animal. Y el artículo 469 impone penas de dos a seis años de prisión. Suena bien, pero la realidad se impone, la impunidad reina. No faltan normas, falta voluntad, falta presupuesto, falta vergüenza institucional.
El estudio “El maltrato animal y sus sanciones en México”, del investigador César Alejandro Giles Navarro, revela que 7 de cada 10 animales domésticos en nuestro país son víctimas de alguna forma de maltrato. Y aun así, solo nos indignamos cuando el caso estalla en redes sociales, cuando hay video, cuando hay escándalo. El resto se pierde en el silencio.
Las cifras no mienten, según el INEGI, el 69.8% de los hogares mexicanos tiene al menos una mascota, unos 80 millones de animales, pero somos el tercer país con mayor maltrato animal en el mundo y el primero en Latinoamérica con animales en situación de calle. A esto se suma otro dato inquietante: el 86% de los agresores son hombres, el porcentaje restante mujeres.
¿Entendemos realmente lo que eso significa? ¿Nos damos cuenta del nivel de violencia estructural que toleramos? ¿Del círculo perverso que estamos alimentando?
Hace cinco años, la legisladora Leticia Varela Martínez presentó una tesis que debería ser lectura obligatoria en todas las instituciones públicas: “La prevención del maltrato animal como factor de disminución de la violencia social”. En ella, se revela un dato demoledor: el 71% de las mujeres que ingresan a albergues por violencia de pareja declaran que sus agresores también maltrataban a sus mascotas.
VERDAD INCOMODA: La violencia no distingue especies. La crueldad no se queda en el perrito o el gatito. Se filtra, contamina y destruye todo a su paso. La salud animal es salud humana. El bienestar animal es parte del tejido social.
La pregunta ya no es si debemos actuar. La pregunta es: ¿hasta cuándo vamos a seguir permitiendo esta barbarie como si no nos tocara?
Por hoy es todo. Gracias y hasta pronto.