Opinión

COLUMNA ÍNFULAS: “¿Quién nos protege de los que nos protegen?”

Por: Luz Elena Hernández Niño. Abogada.

Tamaulipas inició la semana con otra tragedia que vuelve a poner en jaque la confianza ciudadana en las fuerzas armadas…y en las estadísticas de “un Estado seguro”. La noche del lunes 6 de octubre, un convoy del Ejército abrió fuego contra civiles sobre la carretera Ciudad Mante–Tampico, a la altura del kilómetro 71, que dejó como saldo, seis personas muertas y dos heridas.

Según el comunicado oficial, una camioneta “intentó embestir” a una unidad militar, lo que habría provocado una “respuesta defensiva”, el resultado, sin embargo, fue una masacre. La versión oficial vuelve a apelar a la palabra más peligrosa de todas… “confusión”.

La Fiscalía General de la República ya abrió una carpeta de investigación, mientras la Fiscalía de Justicia Militar hace lo propio en su fuero. Los elementos involucrados fueron relevados y presentados ante la FGR en Tampico. El guion, tristemente, nos lo sabemos de memoria…investigación, silencio, dilación… y olvido.

Este nuevo caso se suma al ocurrido apenas un mes antes, el 4 de septiembre, cuando agentes de la Policía Investigadora dispararon contra un vehículo “por error”, asesinando a un niño de siete años y dejando heridos a sus padres en la carretera San Fernando–Reynosa. Dos tragedias, dos excusas, y un mismo patrón, el uso irresponsable, desproporcionado y letal de la fuerza pública.

Es claro que, en Tamaulipas, hoy ya no basta con “no andar en malos pasos”, ni con “no estar en el lugar equivocado”. Hoy, cualquiera puede ser el blanco de quienes, juraron protegernos. Las familias que viajamos por carretera ya no vamos a sentir alivio al ver un convoy militar, me pregunto, ¿Cuál será la sensación que vamos a experimentar a partir de hoy?, ¿Una punzada de incertidumbre?, ¿Qué debemos hacer para no convertirnos en una amenaza? ¿Bajar la velocidad? ¿Acelerar? ¿Evitar la mirada? El reflejo inmediato será rezar, respirar hondo y confiar en que no haya… “confusión”.

Y no, no es dramatismo, es miedo real, cotidiano, aprendido a la fuerza. Cuando uno sale a carretera con lo más valioso que tiene, sus hijos, su pareja, sus padres, siempre pensamos en llegar con bien, en no rebasar imprudentemente, en esquivar los riesgos del camino. Pero ahora hay un nuevo peligro que nadie nos enseñó a enfrentar, el de no parecer sospechosos ante los mismos que deberían darnos seguridad.

Mientras tanto, el Gobierno del Estado promete justicia y cumplimiento de recomendaciones pendientes. Apenas esta semana, anunció que acatará la Recomendación 173VG/2024 de la CNDH, relativa a la masacre del 5 de septiembre de 2019 en Nuevo Laredo, cuando ocho personas fueron asesinadas por el Grupo de Operaciones Especiales (GOPE), creado durante el gobierno de Francisco García Cabeza de Vaca.

Cinco años tuvieron que pasar para que las familias de esas víctimas vieran un atisbo de reparación, cinco años para reconocer lo obvio, que el Estado (panista), les arrebató a sus hijos y luego trató de encubrirlo.

VERDAD INCOMODA: ¿Habrá que esperar otros cinco para que las familias de las nuevas víctimas tengan justicia? ¿O seguiremos llamando “errores” a lo que en realidad es el reflejo de un sistema militarizado sin control civil y sin consecuencias?, porque si la vida de cualquier ciudadano puede terminar en una carretera por una “confusión”, entonces el Estado ya no nos protege, nos apunta.

Por hoy es todo. Gracias y hasta pronto.

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