Opinión

COLUMNA: ÍNFULAS

“La deuda de México con sus migrantes”.

Por Luz Elena Hernández Niño. Abogada.

Las redadas migratorias en Los Ángeles y las violentas protestas que le siguieron nos obligan, una vez más, a mirar de frente un problema que México ha querido ignorar por demasiado tiempo: su incapacidad para proteger de forma real y efectiva a sus ciudadanos.

Ante este panorama, la presidenta Claudia Sheinbaum respondió con declaraciones que apelan al corazón: “Los Ángeles no sería lo que es sin los mexicanos”, añadiendo que “no son criminales” y que “si desean regresar a México, los recibiremos con los brazos abiertos”. Son palabras reconfortantes, sin duda. Pero, ¿qué cambia realmente en la vida de un indocumentado detenido cuando escucha esto? ¿Cómo se traduce ese “respaldo” en hechos, cuando muchos consulados mexicanos están rebasados, mal financiados o paralizados por la burocracia? Y, una pregunta más, ¿Cómo garantizaría México la demanda de los repatriados en materia de salud, educación y vivienda?

  1. México no está preparado para reintegrar de forma digna a miles de repatriados. No existe una política pública integral para los connacionales retornados, quienes muchas veces regresan sin empleo, sin redes de apoyo y, en muchos casos, sin una identidad legal que los respalde en su propio país.
  2. México no necesita comunicados oficialistas, necesita una política migratoria bilateral firme, estructurada y sostenida, no sujeta al humor del presidente de turno en Washington. Urge fortalecer la red consular,  programas de reintegración y, sobre todo, atacar las causas profundas que siguen expulsando a millones de mexicanos: pobreza, violencia y falta de oportunidades reales.
  3. Sheinbaum exige que los procedimientos migratorios en Estados Unidos se apeguen al “debido proceso”, pero en territorio mexicano ni siquiera se garantiza ese derecho para los migrantes centroamericanos que cruzan nuestro país. Volvemos, una vez más, a lo mismo, discursos con buena intención, pero vacíos de acciones reales.

VERDAD INCÓMODA: La tensión en las calles de Los Ángeles no surgió de la nada. Las protestas comenzaron de forma pacífica, pero la frustración acumulada terminó por estallar. Lanzar piedras o cócteles molotov no es justificable, pero tampoco lo es ignorar las causas estructurales de esa rabia: discriminación sistemática, acoso policiaco y el miedo constante a ser arrancado de su vida sin previo aviso.

Pero también toca hacer una autocrítica necesaria. ¿Qué ganan nuestros hermanos indocumentados al involucrarse en actos violentos durante una protesta? En un país que ya los percibe como una amenaza. Y aunque los culpables sean unos pocos, el costo lo paga toda una comunidad.

Migrar no es un crimen. Pero convertir el sufrimiento migrante en un tema retórico, sin acción concreta, sí debería serlo.

Por hoy es todo. Gracias y hasta pronto.

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