Opinión

COLUMNA ÍNFULAS: “La Suprema Designación…”

 

Por: Luz Elena Hernández Niño. Abogada.

 “El inconsciente siempre habla de lo que el consciente calla”, sentenció alguna vez Sigmund Freud, y no le faltaba razón, las palabras mal colocadas, los lapsus, los gestos involuntarios… todos terminan por revelar lo que se busca ocultar. Algo de eso pareció pasarle a Hugo Aguilar, nuevo presidente de la Suprema Corte de Justicia, durante su discurso de inauguración del periodo judicial:

“Por primera vez, en la época contemporánea, ministros y ministras fuimos designados… (corrige) no fuimos designados desde arriba, fuimos elegidos en las urnas con el voto libre y consciente de millones de mexicanos”.

El lapsus fue breve, pero suficiente para encender las alarmas, no solo en la oposición, sino también entre ciudadanos atentos a los símbolos del poder. Porque en política, los errores del lenguaje no siempre son inocentes, y cuando provienen de quien encabeza el Poder Judicial, merecen ser examinados con lupa.

Sí, un error lo comete cualquiera, pero este, en particular, pareció más una traición al inconsciente que un simple desliz. Seamos claros, la “designación” sigue viva, solo que ahora viene disfrazada de “elección popular”, y no es paranoia, ni mala voluntad, es una lectura fría y necesaria del nuevo tablero político nacional.

Hoy, Morena y sus aliados controlan los tres poderes de la Unión: la Presidencia con Sheinbaum, el Congreso con mayoría absoluta, y ahora la Suprema Corte, presidida por un exfuncionario de la 4T. ¿De verdad aún podemos hablar de contrapesos? ¿O fue sepultado el equilibrio de poderes bajo una bandera de unidad partidista?

No es cuestión de siglas, no se trata de rechazar a un partido por su color, se trata de la forma en la que están construyendo poder absoluto, sin lugar para la crítica, ni para la oposición legítima. No es casualidad, es c a u s a l i d a d.

La toma de protesta de los 881 juzgadores federales electos, sí, los llamados popularmente “jueces del acordeón organizado” tampoco fue motivo de celebración democrática. No cuando fueron elegidos con una participación de apenas el 13% del padrón electoral. ¿En serio alguien puede sostener que eso representa un mandato del pueblo?

Ahora estos jueces tienen la difícil tarea de “servir al pueblo”… pero sin incomodar demasiado a quienes los pusieron ahí. Porque no nos engañemos, una elección sin legitimidad es solo una designación disfrazada, y el riesgo es enorme. El cheque en blanco está firmado.

Y, sin embargo, hay otra cara de esta moneda. Un sector de la población todavía tiene fe en esta nueva Suprema Corte. Cree con esperanza sincera que el cambio puede ser real, que se acabará la corrupción, que se acabará la justicia al mejor postor, que se erradicará la impunidad del privilegio. Eso sería hermoso. Aunque suene utópico, ¿Quién no quiere creer que esta vez sí se va a cumplir?

Pero el reto no es menor. Porque más allá de si uno es de derecha, de centro o de izquierda, la realidad es una, los contrapesos institucionales han sido eliminados. Y si el viejo régimen judicial tenía deudas históricas con los mexicanos, ahora ya no hay a quién culpar. Morena tiene el control absoluto del país.

Y cuando el poder es total, también lo es la responsabilidad. Así que la gran pregunta es; ¿a quién culparán ahora por los errores, por las injusticias, por los abusos? Ya no basta con señalar a la oposición. Se acabaron los pretextos.

Por hoy es todo. Gracias y hasta pronto.

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