Opinión

OPINIÓN: ÍNFULAS. “Sentarse: el derecho que tardó un siglo”.

Por: Luz Elena Hernández Niño. Abogada.

Durante más de cien años, miles de trabajadoras y trabajadores en México han soportado largas jornadas de pie, sin pausas, sin sillas, y con el cuerpo como única herramienta de resistencia. El cansancio, el dolor y el desgaste físico se normalizaron como parte inherente del trabajo. Hoy, al fin, eso empieza a cambiar.

Desde el martes 17 de junio, entró en vigor la llamada Ley Silla, una reforma a la Ley Federal del Trabajo que obliga a los empleadores a garantizar el derecho al descanso durante la jornada laboral. Esto incluye proporcionar sillas con respaldo, permitir pausas activas y capacitar a supervisores y personal de recursos humanos para evitar prácticas que limiten este nuevo derecho. Puede parecer algo menor. No lo es.

La reforma representa un avance importante, aunque largamente postergado, en materia de derechos laborales. México estaba rezagado por décadas: 111 años después de Chile, 107 años después de Uruguay, y 90 años más tarde que Argentina, finalmente se reconoció un derecho elemental para quienes trabajan de pie en sectores como el comercio, la salud, la limpieza, la industria manufacturera y los servicios. Esos trabajos invisibles, muchas veces mal pagados, ahora tienen al menos un respiro legal.

Pero la ley no lo resuelve todo. El reto más grande apenas comienza: hacerla cumplir.

De poco sirve una ley si no hay mecanismos eficaces para hacerla valer. Afortunadamente, la reforma contempla sanciones económicas que van desde los 28 mil hasta los 282 mil pesos, con posibilidad de suspender operaciones en caso de reincidencia. Sin embargo, más allá de las multas, lo importante es cambiar la mentalidad: dejar de ver el descanso como una pérdida de tiempo o un lujo, y entenderlo como un derecho humano y una necesidad fisiológica.

Detrás de esta reforma hay razones científicas de peso. Estar de pie por largos periodos sin descanso puede provocar várices, fatiga muscular, dolor lumbar, problemas circulatorios y lesiones crónicas. ¿Cuántas personas conocemos que han trabajado años así, sin que nadie les ofreciera una silla, ni un momento para cuidar su cuerpo? El desgaste físico y emocional, acumulado día tras día, contribuye al deterioro de la salud, en un país donde el acceso a servicios médicos ya es precario y desigual.

Por eso, esta reforma es también un acto de justicia. De dignidad. De reconocimiento a quienes, por generaciones, han sostenido con su cuerpo sectores enteros de la economía.

¿Qué sigue? La Secretaría del Trabajo y Previsión Social tiene 30 días naturales para emitir las normas que definan los riesgos asociados con el trabajo prolongado de pie. A su vez, las empresas tendrán un plazo de 180 días, hasta el 14 de diciembre de 2025, para adecuar sus reglamentos internos y garantizar el cumplimiento de esta obligación.

Eso sí: el descanso no será igual para todos. La ley establece el derecho, pero cada empresa definirá los tiempos y condiciones a través de sus reglamentos internos. Esto deja abierta la puerta a ambigüedades o abusos si no hay vigilancia y acompañamiento sindical o institucional.

Hoy celebramos un avance. Pero no bajemos la guardia. Que no sea una silla simbólica, que sea un verdadero espacio de descanso, respeto y dignidad para quien trabaja. Que después de 111 años, sentarse no sea visto como una concesión, sino como lo que siempre debió ser: un derecho.

Por hoy es todo. Gracias y hasta pronto.

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