Por: Tonatiuh Arriaga Sánchez, Licenciado en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM.
El artículo 6° Constitucional garantiza la libertad de expresión, es un derecho que
tenemos todos los habitantes del país, un baluarte que nos materializa la libertad de
pensamiento, que junto con la libertad de actuar o crear, son los dos pilares más
importantes de la dignidad humana.
En recientes fechas hemos sido testigos de dos acontecimientos que, producto de
esa libertad de expresión, reflejan una triste realidad en la que vivimos, por una
parte, en un concierto se exhibe una imagen de un conocido líder de la delincuencia,
y por otro, un artista popular decide no cantar lo que coloquialmente se le llaman
“narcocorridos”, con la consecuencia de que parte del auditorio presente invadiera
y destruyera el escenario.
Ambas situaciones resultan lamentables, en sí mismas, y se presentan en
conciertos que, nos guste o no, son manifestaciones culturales que giran en torno a
la crisis de inseguridad tanto pública, como jurídica en que nos encontramos.
Ante ello, no han faltado algunos funcionarios públicos tanto legislativos, como
gubernamentales, cuya limitada propuesta es la prohibición de los “narcocorridos”
,
lo cual atentaría directamente contra la libertad de pensar y expresarse,
traduciéndose ello en actos represivos o de censura.
Esperemos que los órganos de gobierno, tanto legislativos como ejecutivos superen
esa limitada visión maniquea con la que se conducen, para que cambien la postura
ya sea de abrazos o balazos, por la de legalidad, y cuenten con una sensibilidad
más elevada que la hasta ahora mostrada, destinando recursos humanos y
materiales a las instituciones, para que se fomenten alternativas y espacios de
expresión cuyo contenido ensalce y difunda los valores y principios fundamentales
que nuestra sociedad urgentemente necesita encontrar…